miércoles, 27 de diciembre de 1995

y después la ASFIXIA



No hay estabilidad ni en el entorno, ni en el interior de uno mismo.

La alegría, la placidez, la emoción suceden a la desesperanza, a la tristeza o al miedo...

No hay donde agarrarse y si alguna vez imaginas que ésto no es cierto es que te estás equivocando.

No es normal sentirse bien, y mucho menos sentirse muy bien, pero tampoco son reales el miedo y la tristeza, aunque, al estar tan alejados del deseo de imaginar una realidad mejor, parezcan más factibles de tener su razón de existir. 

Los sentimientos positivos son tan sospechosos como las religiones, que por consoladoras y conformistas parece que más bien existen para esconder la negrura de la existencia a la razón.

Sin embargo, ya he experimentado la esterilidad de profundizar en lo negro, en la nada de la propia realidad. 

Tal vez sea real esa nada. Tal vez sea lo más real de nuestra existencia, pero es como morir en vida, todo pierde sentido y la felicidad al saberla finita se hace insoportable
Es como vivir en el velatorio de todo la humanidad, llorando por su absurda existencia.

Miras a la gente, con sus alegrías y sus penas, y sabes que tienen menos identidad que las sombras. Se creen importantes y son un suspiro en un torbellino sin sentido de existencias, realidades y reacciones químicas o atómicas que sobrepasan nuestra leve existencia en la misma proporción que el universo a una mota de polvo.


Pensar en estos términos puede doler, pero sentirlos a cada paso deshace la propia existencia, o esa imagen de nuestra existencia que nos la hace sentir como algo importante o trascendental.

Puedo identificar a mi alrededor este sentimiento, pensadores de todas las épocas lo han expresado. Algunos se volven locos, otros quedan marcados para siempre (para su "siempre"), unos cuantos no sobreviven, pero la gran mayoría siguen viviendo, ya sea enterrando el pavor, o cargándoselo a la espalda con callada resignación.
Los más prácticos, aun sabiendo que esto de vivir es una mierda sin sentido, se empeñan en vivirla con la fe puesta en la idea de que, aunque ahora no entiendan nada, quizás, en un futuro se descubra el sentido de su propia y particular existencia.

Lo genial sería que de este enfrentamiento con nuestra propia existencia en vez de autodestrucción se pudiera traducir en algo material o comunicable. Transmitir los sentimientos, las emociones. Que de la dureza de ese enfrentamiento fructificase algo lo suficientemente sustancioso como el conflicto que lo ha generado.

Otros viven ajenos a este sentimiento y, a aparte de tener mucha suerte, deben estar confeccionados con otra "pasta". Ellos consideran que la nada, la no existencia:  - ¡no importa!-  porque: -¡No te enteras de nada! ¡estás muerto!-

Pero eso no sirve cuando la maldita consciencia hace preferir el dolor que la ignorancia (ojalá jamás sufra tanto dolor como para pensar lo contrario).


Estos pensamientos no son el fin de una mala experiencia, no creo que llegue nunca a una situación estable, desde la cual me pueda situar sin nada más  que hacer que observar a mi alrededor como se balancean los demás. 
Voy a balancearme el resto de mi vida: del dolor a la alegría, de la excitación por lo nuevo al miedo más apabullante. 
Una vez más caer y subir, zarandeada, como una más de todas las hojas que han sido y serán, por un viento cambiante y  ABSURDO.